Índice de Contenidos:
Biografía y primeros años como pintora
Rosario de Velasco perteneció a una familia acomodada, hija de Antonio de Velasco y Rosario Belausteguigoitia Landaluce. Recibió una educación cuyos valores presentaban fuertes convicciones religiosas y carlistas. En su juventud, participó en la sección Femenina de la Falange antes del comienzo de la guerra civil, no obstante, su participación no era mayoritariamente activa como la de los hombres de aquella época y estaba abierta a la modernidad, no solamente por su actividad artística, sino también por todas aquellas amistades que han formado parte de su vida, como fue María Teresa de León, escritora y feminista de aquél tiempo. Actualmente, Rosario de Velasco es perteneciente junto con María Teresa de León a la Generación del 27.
A la edad temprana de 15 años, su padre apunto a Rosario a la academia de Fernando Álvarez de Sotomayor. Fernando, era como pintor, retratista perteneciente al regionalismo gallego. También fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y director del Museo del Prado. Dicha formación realista y clásica ayudo a Rosario ha desarrollar una técnica excelente para el dibujo. Además aprendió de los grandes referentes del arte español que dominaban dicha técnica.
La primera exposición de Rosario de Velasco fue en el año 1924, participando en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.
Estilo complejo e incatalogable
En sus inicios como artista, Rosario representaba en sus obras una serie de temáticas que fueron muy recurrentes. La voz cantante principal de cada pintura era la tradición rural, escenas costumbristas de pescadores y campesinos incluyendo figuras como bodegones y diferentes personajes con trajes tradicionales, disfraces, etc. La influencia de la academia favoreció la precisión a la hora de plasmar cada detalle de los tejidos, prendas folclóricas, los paisajes naturales, etc.
Además, también represento diferentes retratos y grupos de mujeres. Sin embargo la plasmación de sus fuertes convicciones religiosas fueron la esencia principal que abundaba en su obra, representando así, santos sin aureolas o atributos iconográficos.
Sin embargo, el factor que acompleja a la hora de catalogar el estilo de Rosario de Velasco es debido a su madurez pictórica. En la década de los años sesenta, la figuración de sus elementos pictóricos con los que se ha caracterizado en sus inicios como pintora, desaparecen para dar lugar a un estilo mucho más libre y personal. En esta etapa, se pueden presenciar mayor expresividad y creatividad, alejándose de la rigidez realista de la academia para dar lugar a la abstracción y expresión cromática dentro de sus obras.
Rosario de Velasco no solamente trabajó el oleo sobre papel y lienzo, una de las facetas más interesantes que podemos encontrar de ella son sus colaboraciones en diferentes proyectos como ilustradora; para la revista Vértice encontramos: Cuentos para soñar en 1928 y La bella del mal amor en 1930 de su buena amiga María Teresa León, la revista La Esfera en 1927, diferentes portadas de libros, etc.
Premios como artista
En 1931 estuvo presente en el primer Salón español de Dibujantas, destacando entre las representadas como digna de mención y estima. En 1932 obtuvo la segunda medalla de pintura en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el óleo Adán y Eva.
Por último, con su obra La casa roja (1968) gana el Premio Sant Jordi.